Rabanitos: escasos, costosos y sabrosos



Han pasado un poco más de tres años desde la última vez que escribí en este blog. Dejé de hacerlo por haber estado metida, de patas y cabeza en la tesis doctoral, en la preparación de mi boda y en el aprendizaje de mi nueva forma de vida en el campo.  Y quien creyera, en la mismísima Patagonia.  Tres proyectos con final feliz. Cumplí lo que me prometí: terminar un doctorado para ir a vivir al campo.  Muchos cambios en poco tiempo. Muchos aprendizajes en poco tiempo.  

Decidí volver a este blog en dónde naturalmente escribo sin ánimo de "likes"; pretendo hacerlo, para relatar mis aprendizajes, algunos desafíos y las muchas preocupaciones en tiempos de Pandemia.  

Hoy vivo con Richard;  rodeada de plantas, animales y a través de ellos intento comprender esa realidad que antes intentaba comprender y explicar a través de la teoría política y las ciencias humanas.  
Antes y después, suena cliché pero es como se re encaucha este blog. El antes y el después  que se complementan, se alimentan y se funden dando paso a grandes descubrimientos, que a la larga nos han hecho muy felices.   Quizá por eso hoy lo que me interesa es sembrar, cocinar y fermentar.  Cada proceso mencionado tiene millones de 'relatos',  los cuales han determinado el pasado, el presente y el futuro de cada ser sobre la tierra. 
 
Sembrar, cocinar y fermentar es mi nuevo lema de esta etapa de vida.  Todas estas tres acciones se relacionan, todas son dependientes unas con otras y todas, absolutamente todas, cuentan historias de familias, naciones y civilizaciones.

*** 
Las variables que ponemos sobre la mesa antes de sembrar: alimento escaso, costoso y sabroso. 

Lo primero que sembramos fueron unos rabanitos, a principios del invierno 2017.  En el  oeste pampiano Argentino, la tierra no es fértil.  El 30% de la población del pais, está asentada en estas zonas.  Estas zonas representan el 75% de tierras denominadas zonas áridas o zonas semi áridas. Es decir, no cae agua del cielo, sino que el agua viene por la escorrentía de los ríos que mayoritariamente nacen en la cordillera de los Andes, de los picos nevados y de los glaciares.  

El 75% de la tierra en Argentina, hay que regarla, nutrirla y contemplarla. Los paquidérmicos rábanos lograron recordarnos la conferencia de las Naciones Unidas del 1977 cuando por primera vez se puso en la agenda internacional, el concepto de "desertificación", es decir, la disminución o la destrucción del potencial biológico de la tierra (RAMCC, 2019), el efecto negativo sobre el medio ambiente y el riesgo de supervivencia humana por escasez de alimentos.  Viendo los pobres rabanitos que dependían únicamente de nuestro inexperto trabajo para sobrevivir en la mitad del desierto,  comprendimos a fuerza de observación y realidad, la importancia del agua.   Y del agua para sembrar en zonas áridas.  Afortunados quienes les cae el agua del cielo.  

Los rabanitos no prosperaron porque quedaron a la deriva por unos cuantos días de viajes cortos, inclemencias del los vientos patagónicos y los juegos sobre el cultivo de nuestras perritas.  
No tenían ningún sistema de riego, salvo el riego que los sembradores daban cuando estaban presentes.  Lecciones:  no abandonar el cultivo, protegerlo del clima, de perros y gatos. 

El avance maravilloso de la humanidad, fue la agricultura.  Pero cultivar, sembrar requiere no solo pasión y bondad; requiere conocimiento, disciplina, condiciones ambientales apropiadas, agua, luz estabilidad climática, buenas semillas. Todo eso que ya poco se ve en el siglo XXI.  

Pd.  Un artículo en The New York Times,  the Future of Work Looks Like the Past  logró levantar la mirada.  El desempleo a población joven que ha traído la Pandemia a los países europeos, está "motivando" a jóvenes italianos y españoles a volver a trabajar en el campo.  
Para que hayan buenas cosechas, quizá se requiere como primer requisito, voluntad y corazón.  De las otras variables -salarios justos, impuestos en equidad y comercios justos-  se debería encargar política.  





 
 

 

Comentarios

  1. Noé se dedicó a la agricultura y fue el primero que plantó una viña. (Génesis 9:20

    Según la Real Academia Española (RAE), la palabra dehesa significa: “tierra generalmente acotada y arbolada, por lo común destinada a pastos”. son espacios de monte muy singulares de una gran biodiversidad donde se alimentan cerdos ovejas, cabras, vacas ...

    La necesidad de una economía sostenible para conservar la belleza de nuestra dehesa y que, protegiendo a la naturaleza, estamos rindiendo un tributo a la paz.

    la felicito Edna estar en contacto con la naturaleza al utilizar nustras manos para hacer brotar el fruto que llevaremos a la mesa, recordando unos versos poeta le deseo abundante cosecha.

    Hay que sembrar un árbol, una ansia, un sueño, un hijo.
    Porque la vida es eso: ¡sembrar, sembrar, sembrar!

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