Porqué no te callas


La Declaración de principios firmada en la ciudad de Santa Marta –Colombia-, el 10 de agosto de 2010, fue un esfuerzo diplomático del gobierno venezolano de Hugo Chávez y del presidente de Colombia,  Juan Manuel Santos, para reactivar las relaciones binacionales, tras la pésima conducción de la política exterior que hizo el presidente Uribe durante sus dos gobiernos (2002-2010).   

Sin lugar a dudas el afán de Santos en ese momento, tres días después de tomar posesión en Casa de Nariño, era echar a andar el proceso de paz el cual fue anunciado oficialmente el 4 de septiembre de 2011.

La Declaración de Principios de Santa Marta es un texto corto, http://wsp.presidencia.gov.co/Prensa/2010/Agosto/Paginas/20100810_09.aspx  en dónde hay una clara  expresión de voluntad política para restablecer las relaciones diplomáticas, con base en “un diálogo transparente, directo, respetuoso y privilegiando la vía diplomática”.  Todo lo anterior en el marco del derecho internacional y “aplicando los principios de no injerencia en los asuntos internos y de respeto a la soberanía e integralidad territorial”.

Existen muchas interpretaciones del derecho internacional para atribuir ‘intervención o injerencia’ en asuntos internos; hay varias coincidencias entre las que se destacan tres elementos: uno, que el acto en cuestión haya sido provocado por sujetos de derecho internacional;  que el objeto de dicha  intervención, sea la necesidad persuadir y/o  alterar la negociación real entre los Estados y en cuanto al asunto específico de la intervención, debe ser para modificar una acción específica de la jurisdicción del Estado intervenido.   

Lo anterior, a propósito de las declaraciones del presidente Venezolano Maduro, quien confunde sus asuntos internos, con las relaciones diplomáticas con Colombia. (http://www.semana.com/nacion/articulo/maduro-pide-rectificacion-santos/344929-3)

Semánticamente la Declaración de Santa Marta, no establece en ninguna parte del texto, una prohibición expresa de sostener diálogos extra oficiales, con actores externos o internos de los respectivos estados.  Con esto, es irrefutable la declaración del vicepresidente colombiano Angelino Garzón: ‘Santos es libre de hablar con quien quiera’.   Y por supuesto que lo es, porque Enrique Capriles en estos términos, es el jefe de la oposición Venezolana, quien no tiene ningún rango oficial dentro del gobierno venezolano y consecuentemente, ninguna posibilidad de interferir en las relaciones diplomáticas de ambos Estados.   
Lo que sí es cierto, es que el ex candidato de la oposición buscó por todos los medios, incluso, poniendo en riesgo el proceso de paz que se adelanta en Cuba, demeritar y sacar de cabales a su presidente, a quien le queda muy fácil trasferir de manera irresponsable sus asuntos internos en clave de política exterior con Colombia.  Y lo que también es cierto, es que al presidente Santos le faltó olfato y prospectiva,  al acceder a reunirse con Capriles.  

Lo urgente ante esta ‘crisis’ es defender los intereses internos de Colombia y que de ninguna manera se alteren o paralicen los avances en Cuba.  Por lo pronto, como ciudadanos ansiosos de acuerdos de paz,  no nos queda más que exigir que el pajarito de Maduro se le aparezca de nuevo y le diga al oído, “porque no te callas”.

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