Un Ministro: pague uno y lleve tres
El gobierno danés espera que el 50% de su población use la bicicleta como medio de transporte a finales de este año 2015, justo al inicio de las negociaciones de Paris, el foro internacional que debate y negocia el cómo enfrentar como humanidad, el fenómeno del Cambio Climático. Los daneses además esperan, que para el 2050 no se consuma más combustibles fósiles. En este momento, el 30% del consumo total de energía proviene de energías alternativas, asunto sobre el cual son líderes mundiales.
Por supuesto, lo que ocurre en Dinamarca, es una
construcción cultural y colectiva que arranca en los años 70, cuando
reconocieron que si no se ponían las pilas, seguramente el mar Báltico se los
iba a comer vivos, pues la altura máxima de este país son escasos 168metros
sobre el nivel del mar.
Esto de la bici y otra noticia me sorprendió al
leer un artículo publicado por el diario El País (10 junio, 2015) en
complemento de por otro publicado en The New York Times (27, marzo 2015): que
en Dinamarca, el país pionero y que abandera políticas de sustentabilidad no
solo en Europa, sino en el mundo entero, desde 2007, tiene un ministro de Clima, Energía y Construcción. Es decir, al parecer a los daneses les
preocupa el exceso de agua salada que los rodea -406 islas y 7.314km de costas-,
la necesidad de aprovechar lo que la naturaleza les regaló en exceso, vientos
de 7.6metros por segundo, en energía eólica y acomodarse en un escaso territorio
continental– 43.094km2- para 5.700.000 habitantes según el censo de 2014. (No se tienen en cuenta los 2.565.094 km2 de Groenlandia
sobre la que ejercen soberanía). Todo esto lo han reunido en una misma cartera.
Un ministerio tres por uno, clima,
energía y construcción, responsable “de los esfuerzos nacionales e
internacionales para prevenir el cambio climático, así como las cuestiones
energéticas, estudios geológicos nacionales en Dinamarca y Groenlandia, la
meteorología y construcción” (http://www.kebmin.dk/en/the-ministry/background).
Eso en palabras criollas es gestionar de manera conjunta el agua, la resistencia al cambio del clima y
el territorio.
No es una forma de reducir el Estado o aplicar
uno de los trasnochados principios del consenso de Washington, como
posiblemente algunos líderes de nuestro mega-diverso
Cono Sur entendería; es más simple: es una
forma de gestionar políticas públicas para la sustentabilidad con entereza y
sobre todo con responsabilidad.
Es posible que este debate en nuestros países de
América Latina y el Caribe, sea mucho más complejo, pero no imposible. Además,
está en la lógica del sentido común.
América Latina y el Caribe, además
de tener que i) diseñar planes y programas a corto plazo para cambiar el chip de la población para acomodarse y
aceptar vivir en una economía con escases
de recursos naturales, ii) debe trabajar también para reducir el riesgo y
la vulnerabilidad de poblaciones frente al cambio climático; iii) negociar con
las grandes economías los modelos de consumo y tras del hecho, iv) defender las
condiciones de vida de las personas que viven en países como Colombia o Haití,
en dónde los niveles de desigualdad son vergonzosos.
Dicen que las comparaciones son odiosas, pero
hay experiencias que no hay que contemplarlas,
sino re-conocerlas, traer de ellas lo que puede servir en nuestros contextos, mejorarlas
y aplicarlas.
Mientras tanto, esperemos la encíclica de
Francisco. Seguro será el gran aporte
para la reunión de Paris a fin de año y los presidentes latinoamericanos, que
tanto quieren y respetan al Papa, empezarán a tomar mejores decisiones.
Nota: La última vez que fui a la peluquería, dejé parqueada mi bici en la reja del lugar. A rato llegó una señora de unos 70 años y pregunta, ¿De quién es esa bicicleta?; pensé, uy, está mal parqueada. Le dije, ‘es mía señora, ¿por qué?’. La dulce mujer se acerca y me dice con tono de voz muy bajo pero sobre todo muy preocupado, “¿vos estás loca? ¿Cómo podés andar en bici en esta ciudad de locos? ¿No te da miedo? Muy valiente. Muy valiente esta nena”.
Nota: La última vez que fui a la peluquería, dejé parqueada mi bici en la reja del lugar. A rato llegó una señora de unos 70 años y pregunta, ¿De quién es esa bicicleta?; pensé, uy, está mal parqueada. Le dije, ‘es mía señora, ¿por qué?’. La dulce mujer se acerca y me dice con tono de voz muy bajo pero sobre todo muy preocupado, “¿vos estás loca? ¿Cómo podés andar en bici en esta ciudad de locos? ¿No te da miedo? Muy valiente. Muy valiente esta nena”.
Comentarios
Publicar un comentario