Los Hijos
Escribo este texto con la mayor empatía y cariño a todos aquellos y aquellas que tienen hijos. Justamente por eso lo escribo: como aporte a lucha contra el cambio climático, para que estos niños y niñas de hoy puedan gozar del planeta azul mañana.
En casi todas las familias de mi
país, y seguro en muchas en todo el mundo, se ha ofrecido como postre de
almuerzo de domingo, una pregunta que antes me aterraba, hoy me reconforta. “Mijita, ¿y no piensa tener un hijo?”, “¿Cómo
así, que no quiere tener hijos?”, “¿Pero por qué?”
Una pregunta que en lo personal
me fastidiaba, cuando tuve como 18 años si no falla la memoria. Era incómodo y
jarto, tener que dar explicaciones a las tías de mi mamá y de mi papá nacidas
en los años 30 o 40, sobre el por qué no quería tener hijos. En aquella época respondía con humor y
cinismo, “¿pero con quien abuela?”, “Para tener un hijo se necesitan dos, y yo
paila. No hay con quien”. La preocupación de las mujeres mayores no
solo surgía por mi vaga respuesta, sino también por la alerta que les generaba
de no “conseguir marido” y quedar en la banca.
¡Pobre de mí!
Afortunadamente mi cinismo e
irreverencia, con el tiempo de alguna manera me reconfortó. Desde muy joven decidí, no tener hijos. Parte de esa decisión fue haber conocido la
pobreza a través del trabajo de mis padres, quienes de muy jóvenes fueron maestros
de escuelas en la periferia de Bogotá. Después
con los libros, los amigos y las discusiones sobre biodiversidad, recursos
naturales escasos, cambio climático, derechos humanos, deconstrucción del
desarrollo etc etc durante todos los años de formación académica. Finalmente, en mi trabajo con la gente de los
barrios, veredas y pueblos, de entornos rurales sumidos en la pobreza y en los
conflictos, en dónde las niñas y las mujeres llevaban y aún llevan la peor
parte.
La brecha entre pobreza y
natalidad no se a disminuido; quizá se han identificado variables que las hace
dependientes. Es claro que, en los
países más pobres de África, Asia y América Latina, la tasa de natalidad es 5
veces más alta que en países ricos. La tasa
de natalidad (número de nacimientos por cada 1.000 personas) en algunos países
demuestran la afirmación: Uganda para el 2020 registró 42 nacimientos/1000; Madagascar
30/1000; Tayikistán 22/1000; Venezuela 18/1000; Argentina 16/1000; Colombia
15/1000; Polonia 12/1000; Estados Unidos, 12/1000; Japón 7/1000; Mónaco 6/1000.
(Datos
del Banco Mundial).
En los países ricos, la tasa de
nacimiento es más baja por varias razones entre las cuales para simplificar este
relato son: 1) Educación sexual a
temprana edad, 2) Mejores condiciones de vida, necesidades básicas cubiertas y son
sociedades sin conflictos armados o sin guerras, y 3) Educación o conciencia
climática y ambiental. Pero aclaro que no todo aquel que es
o se cree rico por tener un Tesla en San Diego de 30.000 USD, lo hace
por amor a los delfines del Pacífico. https://www.nytimes.com/2021/08/09/business/energy-environment/biden-electric-cars-cost.html. Hay ricos muy ricos que invierten
en grandes proyectos con el único propósito de preservar especies animales y
vegetales, cosa que los estados no hacen.
Afortunadamente en los últimos
años han aparecido muchas campañas de lucha contra el cambio climático, que las
clasifico en tres categorías: las campañas para reducir, las campañas
para reparar y las campañas para cambiar.
Reducir, la producción y el
consumo de combustibles fósiles y la agroindustria -agricultura y ganadería- que
generalmente acapara tierras fértiles y bosques, para producir maíz, cebada o soya;
‘engordan’ animales con maíz, (las vacas
naturalmente no comen maíz) y más adelante serán filetes de supermercados,
vendidos a un precio razonable para la clase media urbana, que se sentirá muy feliz por ser parte del
registro de “renta media” por “comer carne- animales muertos”. Comer carne, tomar leche de tarro, comprar
comida congelada y desayunar cereales de caja, era el relato de la riqueza hace
40 años.
Reparar, la biodiversidad,
los ecosistemas, reforestar y forestar bosques; proteger especies animales y
vegetales en peligro de extinción etc.
Y Cambiar, que pasa por un
maravilloso concepto que ya está en uso: decrecer, consumir menos de
todo, incluso comida. Plásticos, ropa, zapatos, cosméticos, autos, viajes en
avión, cruceros.
Sin embargo, muy poco se habla de
un componente clave en las campañas ‘cambiar’: el control de nacimientos
humanos. ¿Control o planificación?
Una política climática seria
debería poner el ojo, en lo que definitivamente podría impactar de manera
certera y rápida el destino de la vida de este planeta. Recientemente, un grupo
de activistas en Inglaterra instó al gobierno británico a rediseñar su política
climática, de cara la conferencia del clima en Glasgow, Cop26, en dónde
proponen enmendar un error histórico, el cual es la desconexión entre los
recursos económicos y las necesidades urgentes de los países más pobres. (Los conocidos errores de la burocracia de la cooperación
internacional). Y una de esas necesidades urgentes, de cara a
la crisis climática, es conectar los proyectos de desarrollo con el clima: invertir en la salud sexual y reproductiva de
las mujeres y niñas. Las mujeres de países pobres saben que
necesitan, saben lo que quieren y saben lo que no quieren. Y son a ellas, a quienes la crisis climática
más golpeará en el mediano y largo plazo. Y ellas saben que serán sus hijos
quienes tendrán sed en el corto plazo. Una ojeada a lo que está pasando hoy en
Madagascar, https://www.bbc.com/news/world-africa-58303792
Es urgente reducir la tasa de
natalidad, porque como lo expuso Dennis Meadows hace medio siglo, en
1972 en su tratado “Los límites del crecimiento” – la especie humana es la única
especie que creció exponencialmente, incluso después del 72, «en un
planeta limitado, las dinámicas de crecimiento exponencial (población y
producto per cápita) no son sostenibles»
Sé que es un tema que nos
complica la vida a los fundamentalistas que creemos que la declaración
universal de derechos para los humanos es inamovible. Pero la pandemia nos ha puesto a prueba como
humanidad, no como individuos egoístas.
Otra cosa que hay que cambiar.
Comer menos, amarse más. Pero pensemos,
que no hay agua pa’ tanta gente.
Comentarios
Publicar un comentario