La huerta en la escuela y a la mesa

 



Imaginen que sus hijos de 8 y 12 años se levanten todos los días a las 7 de la mañana, hagan sus deberes, tomen su desayuno, una fruta fresca y pedazo de pan con miel y un vaso de leche de avena.  Luego, suban a sus bicicletas y vayan directamente a la escuela, la por bicisenda que existe entre la casa y la escuela, la cual no queda a más de 5 kilómetros de distancia. 

Al llegar a la escuela, lo primero que hacen es ponerse el delantal para ir a trabajar en la huerta que fue construida entre todos, padres, niños y maestros; la huerta está instalada en el patio de la escuela.  Podría ser una huerta vertical, si no hay espacio.  Pero esta huerta de esta escuela tiene unos 100 metros cuadrados en dónde fácilmente están sembradas unas 800 plantas -sin ser exactos al momento de calcular la distancia entre plantas por filas o surcos- (matemáticas).  Los niños y las niñas deben hacer los surcos, limpiar malezas, fertilizar la tierra con tierra de su compost, té de plátano, de ortiga, residuos del café, cascaras de huevo secas, guano de cabra o de gallina, en fin, según el requerimiento biológico de cada planta, la cual será elegida previos estudios sobre temporadas de siembra, calidad de la tierra, disponibilidad de agua de cada planta.  Importante, la asociación de los cultivos.  (biología y algo de química).

Deberán también observar, identificar, entender porque aparecieron y combatir las plagas, de la misma forma como han hecho con la fertilización.  Harán los cálculos para sacar mejor provecho a las temporadas de lluvia o sequía; deberán diseñar y construir el sistema de riego que consideren sea el mejor para su zona geográfica y climática (Geografía); harán invernaderos con los recursos disponibles y reciclados, palos, lonas, botellas, plásticos (carpintería, matemáticas, geometría).  Además, tendrán que calcular la producción esperada por cada planta y planear la mejor forma de distribuir la cosecha – % para el comedor de la escuela, % para vender y comprar insumos y/o % para donar al comedor comunitario del barrio (más matemáticas con algo de ética, democracia e historia).  Dentro de la planeación se debe contemplar imprevistos climáticos y para ellos tener planes de contingencia (adaptación al cambio climático).   


Una vez inicia la cosecha, los niños de esta escuela entenderán el origen de los alimentos, su valor nutricional (química) y la forma de consumirlos (más de biología, salud y nutrición).   Aquí llega una de las partes más entretenidas de esta escuela: cocinar. Arte puro.  Tendremos una cocina que no será un microondas, para que, con ayuda de adultos cocinen y coman.  Al finalizar la jornada habrá que limpiar el lugar. 

Todos los días serán diferentes en esta escuela. Cada día se aprenderá algo más de algún oficio – carpintería, mecánica, arte, diseño, ciencia.  El vehículo será la creatividad.   En casa seguramente querrán leer acerca de los descubrimientos del día.  Y al final de las cosechas, tendremos niños bien alimentados, activos, creativos, contentos y con ganas de estudiar en el futuro una profesión y/o algún oficio. 

La huerta en la escuela no es un invento del siglo XXI, pero si lo revivió el Covid19.  En Estados Unidos, en la década de los 90 surgió el movimiento, “La Granja en la escuela” -F2S- que fue diseñado no solo mejorar la calidad de la alimentación de los niños y niñas de escuelas y guarderías, sino también en clave de equidad, inclusión, protección de economías - mercados locales de alimentos.  En el año 2010 se creó la Ley de Niños sanos y sin hambre que estableció entre otras, una financiación anual federal para escuelas y colegios.  Las cifras de huertas en las escuelas aumentaron exponencialmente, “un 430% de 2006-2012; un 58% más escuelas de 2015 a 2019 y un incremento de 81% de niños participando en ellas.  Y este año 2021, el Congreso actualiza(rá) las leyes federales de nutrición infantil:

1. La Ley de la Granja a la Escuela de 2021, que triplicaría la financiación de F2S;

2. La Ley de los Niños Comen Local, que facilitaría que los programas de comidas escolares se abastezcan localmente;

3. La Ley de Expansión de los Alimentos Escolares Locales, que permitiría a las escuelas de 14 estados más flexibilidad en la compra de alimentos frescos locales;

4. La Ley de Educación Alimentaria y Nutricional en las Escuelas, que crearía más puestos de educadores escolares de F2S; y

5. La Ley de Modernización de los Alimentos Escolares, que financiaría las mejoras de las cocinas de las cafeterías”[1].

Es claro que el modelo de alimentación mundial desde la década de los 70 abandonó la comida real y saludable y la cambió por grandes industrias de cajitas felices, hamburguesas enormes, gaseosas y cereales llenos de azúcares complementados con los más de 5.000 subproductos del maíz o la soja todos estos con comprobada capacidad de destruir la salud humana.  La industria ‘alimentaria’ -auspiciada por gobiernos- les agrandó los estómagos a los niños y se ha encargado de llenárselo con comida chatarra.   

La alimentación escolar es un asunto crucial para la educación, para las economías locales y para la salud pública.  Un modelo de huerta en la escuela y a la mesa, podría evitar otra pandemia.  Esto es decrecer.  No suena mal ¿verdad?

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