Otra historia más del salvaje OestePampiano, #Patagonia

                                                            Cochinilla, Acuarela 2021. TT

Hace mucho no escribía en mi blog.  La pandemia además de enseñarme a cultivar, me ha enseñado a observar y apreciar el silencio.  Sin embargo, mis manos solitas se dedicaron a escribir esta historia, para contarla.  

Ayer cuando volví al campo, en la tardecita, vi que en un lote había una chanchita, pequeña.  Paré el auto, la llamé y se vino detrás corriendo detrás del auto hasta la casa. Cuando los empleados vieron que yo llegaba con la chancha detrás, vi tres pares de ojos brillantes con una sonrisita solapada; no vieron un animal vivo: vieron chuletas a la parrilla.  Se acercaron a "ayudarme" a cogerla con un lazo al estilo  ”oeste pampiano”, pero lo que hicieron fue asustarla y se ahuyentarla. 

El caso es que les dije, que si aparecía de nuevo y no aparecía dueño o dueña, la chancha se quedaba en la Huella como animal de compañía, que estaría libre y para ellos tendríamos que hacer trabajo con los perros para que no se la comieran, ni perros ni humanos.  ¿Saben Qué cara creen que me pusieron?

Al rato, los perros empezaron a ladrar hacia la tranquera; vi un señor, papá, mamá e hijo humanos, corriendo por todo el campo con una soga detrás de la chancha. Me dijeron que llevaban mucho rato detrás de la chancha, pero que estaba muy arisca.  Y que no podía pasar la noche en el campo porque los perros se la comerían.  Y que pena entrar a mi campo sin permiso.  

Ahí fue cuando me quedó clarito que los animales entienden todo: ellos llevaban casi una hora corriendo como pendejos detrás del animalito. Cuando llegué a ayudar, a mi manera, me acurruqué, le hablé, le ofrecí comida. Ella se acercó...se dejó acariciar.  Hasta ayer, pensé que lo más heroico que yo había aprendido de la vida en el campo, era ponerles inyecciones a los caballos.   Pero agarrar un chancho, ya era lo máx.   

Recibí la voz de su “dueño” que le agarrara la pata.  Pensé rápidamente en mordiscos, pero vi que su cuello no es flexible, luego la agarré por una pata delantera.  Lloró, se asustó. Al segundo cayó el dueño macho, la agarró de las dos patas traseras con violencia, la puso boca arriba, la redujo y la amarró.  La señora y el niño estaban tiesos de ver semejante escena tal brutal.  Fueron los 2 o 3 minutos más horribles y ofensivos para mi y seguro para el animal.  La cara del animal se puso morada, salía baba blanca de su hocico, no sé si de rabia, sed, de dolor, de impotencia o todo lo anterior.  A mi se me aguaron los ojos.  Todo tan salvaje, ave maría. 

Como entraron caminando, debían salir caminando.  Pero cuando vi cómo arrastraban la chanchita, porque la chancha puso mucha resistencia para ir a su casa, ofrecí la caja de mi camioneta para llevarlos a su casa. Me acordé cuando hace un mes quisieron robar a Palomo, mi caballo, quien dejó huella de su resistencia por el camino de ripio de los vendedores de carne robada de caballo y a quien le enterraron un cuchillo en el cuello para restarle fuerza. 

Volviendo a la chanchita, mientras duró el recorrido, unos 2 kilómetros, hablé con la vecina. Me dijo que “la chancha salió a buscar a su mamá”.  Le pregunté, por qué, ¿qué pasó? Me dijo “es que la madre la vendí hace 3 días y como tiene 5 meses, se siente sola y salió a buscar a su mamá”. 

Pero la chancha, quería entrar a mi casa.  Otra vez, se me aguó el ojo. 

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